kilómetro Cero

21 de Noviembre. Rosario. Argentina. 2014

Cerca de las 19hs. parte el tren de las 17:45, proviene de Buenos Aires, tiene por destino la ciudad de Tucumán y promete llegar en el plazo de 20 horas. Voy en “clase” turista por el módico precio de 31 pesos argentinos (un poco más de lo que cuesta, sólo, la bajada de bandera de un taxi). Apenas entro me envuelve una baranda sutilmente penetrante a cuerpo humano, paquetes de galletas abiertos y otros comestibles: a personas que habitan un espacio más de cinco horas. El vagón 101 lleva por asientos dos hileras de tablas acolchadas y forradas con cuerina marrón hospital en cuya parte superior (cuerina blanca) nos recuerda: Ferrocentral. Las tablas son para compartir entre dos o tres personas, algunas son enfrentadas, ninguna reclinable. Nos tocan los asientos 98-99 junto a una chica embarazada (?) que se pasa al asiento libre de al lado. Esto no alcanzará para dormir cómodos, obvio. Enfrente nuestro dos chicos de Buenos Aires se aprietan en un asiento para dos, uno de expansores desparejos en ambas orejas (creo que es el que toca la guitarra que se caerá del portaequipaje en plena noche y le encestará la cabeza); el otro, callado, es el que acepta mate. Ninguno la torta de banana. Mejor.

Los trenes fueron para América el fruto caído de la segunda revolución industrial. Llegado en barcos ingleses el primer tren de Argentina se inauguró en agosto de 1857, únicamente circulaba por Buenos Aires y el cacique Yanquetruz, al subir, buscó dentro del mismo dónde escondían “el caballo”. Con los años se expandieron al resto del país y con más años se contrajeron. Ya no llegan a todo el país y tardan el doble que los colectivos interurbanos, para conseguir boletos de larga distancia desde Rosario hay que sacarlos con meses de anticipación o conseguir un amigo boletero que te guarde los que se reparten. Son baratos y de cuidados precarios.

El tren del día va casi repleto, un hombre canta, una mujer le hace comentarios en tono alto desde su asiento, niños pasan caminando. Si hago un promedio la edad es 45, algunos pocos (dos) son ancianos, varios mochileros (Noviembre no es la época fuerte) y el resto es: familias, padres y solos, que podrían habitar cualquier cole de larga distancia, salvo por las heladeritas portátiles.

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